Fue en febrero de 2001 cuando se redactó el conocido como Agile Manifesto. Un documento surgido después de que diecisiete personas se reunieran para hablar, relajarse e intentar encontrar un terreno común sobre el desarrollo del software. A partir de ahí, surgió este movimiento, que defiende que el desarrollo y generación del software y los programas debe ser algo más ágil y rápido que lo que venía siendo hasta entonces. Algo que implicaba dejar a un lado todos procesos por los que se había regido esta actividad.
Este manifiesto, esta concepción del desarrollo de software, está basado en 12 principios, de los que se concluye que el enfoque debe estar siempre en las personas que hacen el trabajo y cómo trabajan juntas. Es decir, que lo importante no son los aspectos técnicos, sino humanos. A partir de ahí, se promueven una serie de valores y principios que son los que ofrecen orientación sobre cómo crear y responder al cambio y cómo lidiar con la incertidumbre.
Se podría decir que la primera oración del Manifiesto Ágil resume toda la idea: «Estamos descubriendo mejores formas de desarrollar software haciéndolo y ayudando a otros a hacerlo». Es decir, Agile promueve no solo que las personas sean las que experimenten y descubran cómo hacer las cosas, sino que es mediante la colaboración entre equipos multifuncionales como mejor se consiguen resultados.
¿Cómo se consigue esto? Desde que se formuló esta teoría, han ido apareciendo diferentes metodologías de desarrollo ágil que, probablemente, haya oído mencionar: Scrum, Lean Software Development, Kanban, Extreme Programming (XP) o Dynamic Systems Development Method (DSDM) son algunas de ellas.
Unos valores más allá del software
Pero, como decíamos, lo verdaderamente importante de la metodología Agile son los principios que están detrás. Unos valores que no solo pueden aplicarse a las partes más técnicas de un negocio y que son la causa de que esta filosofía no se haya visto reducida a la programación. Porque lo cierto es que poco a poco la metodología Agile se ha ido extendiendo a otras áreas de negocio de las empresas. El reto es lograr que las empresas puedan crecer y escalar de forma dinámica y rápida. Y, para ello, se busca fomentar la creatividad.
La aplicación de este manifiesto a las empresas se ha bautizado como Business Agility, con la que se pretende expresar la forma en que las empresas cambian su estructura y operaciones para crear y responder al cambio y enfrentarse a la incertidumbre.
La agilidad empresarial conlleva que las personas que forman parte de una organización puedan (y trabajen, de hecho) con una mentalidad ágil. Para ello, es necesario que toda la organización apoye esta mentalidad. Es decir, será imposible que el desarrollo de software sea algo ágil si la empresa no ha cambiado su forma de pensar y actuar y lo sigue haciendo como antaño. Y esto mismo pasa con el resto de las divisiones empresariales. La contabilidad, los recursos humanos e incluso la propia gestión del negocio no será ágil si la compañía no ha modificado su estructura y operaciones para trabajar en un entorno incierto.
Vivimos tiempos en los que el cambio es la única constante y en los que estas modificaciones se producen a un ritmo vertiginoso. Sobrevivir a estos escenarios exige la creación de equipos más innovadores, multifuncionales y multidisciplinares.
Además, cuando las empresas adoptan esta metodología ágil, los empleados se organizan ellos y entre ellos el trabajo y las tareas, destacando las habilidades y puntos fuertes de cada uno de ellos. Algo que, a su vez, permite que los equipos estén más motivados y, por tanto, más comprometidos, eliminando las barreras para la comunicación y la colaboración.
Es por eso que estas metodologías no se han quedado relegadas al desarrollo de software, sino que se han ido extendiendo y aplicando al resto de departamentos empresariales.
Algunas ideas erróneas
Como hemos visto, en las metodologías ágiles se apuesta mucho por la autogestión de los equipos. Algunas voces interpretan que este movimiento deja a un lado a los responsables o directivos. Algo que no es del todo exacto.
Es cierto que bajo el paraguas Agile los equipos tienen la capacidad de descubrir por sí mismos cómo abordarán las cosas dado que son multifuncionales. Es decir, en ellos no tiene por qué haber roles específicos involucrados, sino que todos las habilidades que se necesitan para sacar el proyecto adelante están implicadas.
Pero claro que puede haber responsables de proyecto o líderes de cada proyecto, a la postre quienes velen porque todos los miembros del equipo tengan u obtengan las habilidades adecuadas para que el proyecto llegue a buen puerto. No dirán qué tienen que hacer cada uno de los miembros del equipo, ya que este irá descubriendo los pasos a dar. Pero sí estará para desatascar la situación en los momentos en los que se produzca.
De hecho, es básico que exista este liderazgo ágil para que una organización realice un verdadero cambio empresarial.
Cómo crear un empresa ágil
La consultora McKinsey considera que hay cinco claves que demuestran si las organizaciones son ágiles o no: la estrategia, la estructura, procesos, personas y tecnología.
Estos pilares son las que permiten a las organizaciones, según McKinsey, equilibrar la estabilidad y el dinamismo y prosperar en una era de oportunidades sin precedentes. Todas ellas conllevan que cuando una empresa adopta esta mentalidad ágil puede adaptarse rápidamente a los cambios del mercado, tanto de forma interna como externa. Además, estas organizaciones pueden responder de manera rápida y flexible a las demandas de los clientes, lo que en la mayoría de las ocasiones conlleva adaptarse al cambio de una manera productiva y rentable sin comprometer la calidad de estos productos y servicios que se ofrecen.
Resumiendo, adoptar una filosofía ágil conlleva estar continuamente en adaptación, revisión y mejora para tener una ventaja competitiva.
Y, para ello, como hemos visto, todo está relacionado con contar con unos determinados valores, comportamientos y capacidades de forma interna y transversal. Adoptando esta filosofía es como las empresas y las personas pueden adaptarse mejor a los cambios, fomentando su creatividad y resiliencia ante la complejidad, la incertidumbre y los cambios. Descubre en ISDI cómo se trabaja un proyecto agile en sus diferentes programas, por ejemplo digitalizando una PYME o lanzando al mercado un ecommerce desde cero.