Por M. Martínez Euklidiadas
La exposición constante a alertas y avisos de aplicaciones, o la falta de control personal a la hora de acceder a las redes sociales, son problemas serios de un mal uso de la tecnología. Por estos motivos se hace necesario la calm technology o tecnología calmada, caracterizada por un uso racional, eficaz y no intrusivo de la tecnología que usamos en el día a día.
El objetivo de la calm technology no es dejar de lado la tecnología, sino aprender cuándo es momento de usarla y cómo hacerlo con responsabilidad, desechando en el proceso tecnología mal diseñada, como las interrupciones constantes en el móvil; un uso negativo de la tecnología, como el escrutinio impulsivo de redes sociales; e incluso adicciones o hábitos corporales dañinos, como el síndrome de vibración fantasma que nos ‘obliga’ a mirar una y otra vez el móvil.
¿Qué es la ‘calm technology’ y contra qué lucha?
La calm technology es la respuesta tecnológica a un uso estresante e impulsivo de la tecnología. El término, popularizado hace años por la antropóloga Amber Case con su libro homónimo, busca devolver al usuario de tecnología a un nivel de estrés bajo o nulo respecto al uso de la misma y, si puede, también hacer menos estresante otros ámbitos no tecnificados.
Explicado de otra forma, la calm technology es un tipo de diseño y uso tecnológico que no afecta negativamente a nuestra conducta diaria y que devuelve al usuario el tiempo ‘robado’ por la economía de la atención. De ahí que a menudo se lo conoce también como calm design o diseño calmado por sus implicaciones en diseño..
La calm technology requiere un diseño consciente porque, de un mundo fuertemente orientado a la economía de la atención que busca cuantos más minutos de nuestro tiempo mejor, llamado ‘feudalismo tecnológico’ por el investigador Evgene Morozov, lo raro es que surja por defecto tecnología calmada.
De hecho, tal y como está constituido este mercado de la información y el monetizado del tiempo del usuario, lo normal es el caso opuesto: que surjan diseños orientados a maximizar el tiempo de uso (en lugar del uso útil) y, como consecuencia, a generar trastornos obsesivos y comportamientos poco saludables en el que el usuario pierde el control.
La mecánica del botón ‘me gusta’ en Instagram o Facebook, que genera comportamientos competitivos para llamar la atención; la pérdida de control del visionado de contenidos en Netflix (binge-watching) derivada de la reproducción automática de contenido; la incapacidad para ignorar avisos en el WhatsApp; o de dejar de hacer scroll vertical en Twitter o Pinterest son algunos ejemplos de por qué la calm technology es necesaria.
¿Necesitamos un respiro de la tecnología invasiva?
No cabe ninguna duda de que hace falta un respiro de la tecnología invasiva que nos hace perder el control sobre su uso, tal y como apuntan estudios como el #StatusofMind (el estado de la mente) que combinó los esfuerzos de la Real Sociedad de Salud Pública de Reino Unido y el Movimiento por la Salud de los Jóvenes. Pero la mala tecnología no solo afecta a los jóvenes.
Entre los adultos se han hecho cada vez más populares las ‘detox tecnológicas’ o ‘desintoxicaciones tecnológicas’, una suerte de retiro voluntario del mundo digital con el objetivo de dejar de sufrir el estrés provocado por las constantes interrupciones de la tecnología o su mal uso. Aunque el nombre no es muy acertado (no hay nada que ‘desintoxicar’) sí pueden ser de ayuda.
Sin embargo, estos retiros puntuales juegan en desventaja de que no solucionan el problema de base. El usuario se retira del tablero de juego, a menudo mediante unas vacaciones en algún lugar remoto, pero la infoxicación* vuelve en el momento en que se reincorpora a su vida anterior. (*Mismo problema de terminología con intoxicación + tecnología pero igualmente útil).
De hecho, este tipo de sesiones aislacionistas copian hasta cierto punto la mecánica de la rehabilitación por consumo de drogas, que a menudo quedan invalidadas cuando la persona afectada regresa a un entorno en el que estas son frecuentes. La calm technology no funciona así, como un botón de encendido y apagado de la tecnología.
Según los expertos, de los que señalaremos alguno a continuación, sí necesitamos un retiro tecnológico, pero no tal y como está siendo planteado. Como ocurre con las adicciones a sustancias, las adicciones conductuales derivadas del mal uso de la tecnología, o las situaciones de estrés, aparecen en el momento en que la persona vuelve a su vida pasada. El ‘detox’ no ayuda sin tecnología responsable una vez terminado el tratamiento.
‘Calm technology’: una necesidad urgente
En sus respectivos libros ‘Calm Technology’ (2014), ‘Irresistible: ¿Quién nos ha convertido en yonquis tecnológicos?’ (2018), y ‘Desconecta’ (2018), Amber Case, Adam Alter y Marc Masip indagan, respectivamente, desde sus perspectivas antropológica y social, de adicción tecnológica y sus mecanismos, y desde las soluciones, sobre cómo usar y diseñar tecnología ética, así como sobre la necesidad de fomentar y hacer uso de la calm technology.
Adam Alter es un buen inicio para entender el peligro derivado de la adicción tecnológica desde un punto de vista psicológico y social. Explica cómo caemos en este mal uso, cómo se fomenta, y por qué nos cuesta tanto salir. Si el lector se ha desinstalado varias veces Twitter o atiende cada WhatsApp que le llega al instante, sintiéndose culpable si no lo hace, entenderá esto último.
En el caso de Marc Masip, este opta por una visión conservadora de la adicción conductual y plantea soluciones de uso sencillas. Por ejemplo, no dormir con el móvil cerca, tener un horario de uso o no instalarse determinadas aplicaciones. Como pega, este tipo de uso suele requerir de la monitorización del paciente, por ejemplo, mediante atención psicológica o medidas de control agresivas.
Pero es Amber Case la que da con la tecla clave a la hora de aportar una solución al problema: dejar de diseñar tecnología invasiva lo que, a su vez, exigiría una programación ética y el desmantelamiento casi por completo del mercado de la atención. Esto, claro está, choca frontalmente con muchos intereses y no es nada sencillo de acometer en espacios monetizados.
¿Cómo se diseña la ‘calm technology’?
Sí está ocurriendo, desde hace tiempo, que las skills de Amazon y las actions de Google están siendo bastante responsables respecto al tiempo de uso del usuario. Así, estos programas activados por voz en dispositivos Echo y Home suelen conectarse a demanda, resolver la duda puntual, y apagarse sin aportar más distracción. No demandan tiempo de uso.
Ya en el año 1995 los investigadores Mark Weiser y John Seely Brown redactaron una guía titulada ‘Diseñando tecnología calmada’, que Amber Case tomó como base para su decálogo de siete puntos:
- Tecnología que no sature nuestra atención. Lo que Weiser y Brown llamaban tecnología que esté en la ‘periferia’. Disponible bajo demanda, pero sin molestar ni tapar la visión (o cualquier otro canal).
- Tecnología que requiera el menor tiempo de atención posible. El reloj digital del teléfono móvil es un buen ejemplo. Lo ves de un vistazo al encender la pantalla y no interrumpe.
- Tecnología informativa que aporte tranquilidad. Esto parte de la base de tecnología que no distraiga. Por ejemplo, poder programar los avisos de chat para que nos llegue solo una vez al día.
- Tecnología que sume capacidades, que no reste. La tecnología debe ser útil y potenciar las capacidades humanas, descartando aquella que no aporte nada y que incluso llegue a restar capacidades.
- Tecnología que no suplante la comunicación humana. Una buena síntesis sería: automatizar no está mal, pero no automaticemos las relaciones humanas.
- Tecnología bajo el principio de la resiliencia. Son aquellas que funcionan aunque fallen, como los frenos de un ascensor (se activan cuando se corta la corriente del edificio).
- Tecnología que haga uso de pocos recursos. La eficiencia tecnológica es clave a la hora de diseñar tecnología calmada. Lo ideal es que movilice solo los recursos mínimos y específicos para prestar servicio.
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