La educación es un pilar esencial para transformar las sociedades modernas. Además, vive en constante evolución para integrar de manera natural en los más jóvenes nuevas disciplinas o herramientas, como la digitalización, junto a objetivos sociales como el respeto al medioambiente y la sostenibilidad.
Justo ahora vivimos un momento histórico en el que el mercado laboral se enfrenta a numerosos cambios, potenciados por la pandemia de la COVID-19. La consultora McKinsey & Company habla de 100 millones de trabajadores que necesitarán de reciclaje profesional para el año 2030, algo acelerado por el coronavirus y la rápida implementación de las nuevas tecnologías.
Ya os hemos hablado aquí de la importancia de las soft skills y, sobre todo, de la resiliencia como clave para afrontar los nuevos cambios y retos. En este caso, exploramos una nueva forma de llegar al éxito profesional: el aprendizaje mediante el juego en la infancia.
Aprender a través del juego
Un artículo del Foro Económico Mundial (WEF) destaca la importancia de jugar cuando somos niños, no solo para la felicidad del individuo, sino como una herramienta para el aprendizaje. Extrae las reflexiones de un estudio de LEGO Foundation, una organización dedicada precisamente a esto –la enseñanza mediante el juego–, que parte de la famosa marca danesa y sus archiconocidos bloques de construcción.
Dice WEF que aprender de esta manera ayuda a las personas a aceptar la incertidumbre, inculca un sentido más fuerte de la curiosidad, brinda nuevas formas de abordar los desafíos, de probar y volver a intentar cosas, y de innovar. Según el estudio de LEGO Foundation, la actividad lúdica es imprescindible para el bienestar del niño, pero también le ayuda a desplegar habilidades básicas: creativas, sociales, físicas, emocionales y cognitivas. El correcto desarrollo de estas cualidades será un impulsor de logros en la madurez.
Precisamente, en esa edad adulta la capacidad de aprender nuevas destrezas disminuye. Pero si los mayores combinan aprendizaje, juego y creatividad pueden llegar a ser más prósperos, especialmente si ponen en práctica la curiosidad, la confianza y la regulación emocional. Con ello, obtendrán más éxito en sus carreras y serán más flexibles para afrontar nuevos desafíos.
Asimismo, es importante señalar que el juego ayuda a desarrollar la plasticidad del cerebro, limita el estrés, y permite alcanzar metas e ignorar distracciones. Prueba de lo positivo que es el ejercicio lúdico para el futuro adulto es que aquellos que se desempeñan por encima del promedio en creatividad también lo hacen significativamente mejor en la función ejecutiva. En consecuencia, pueden imaginar mejores formas de enfrentar los retos que la vida les pone por delante.
Aplicación del juego en la educación
Que jugar sea una herramienta para el aprendizaje, por lo tanto, debe ser una constante en la escuela. Y como recuerda WEF, también en la educación superior, pues puede enseñar a contrarrestar el miedo al fracaso y la evitación del riesgo a unas edades más avanzadas.
Desde LEGO Foundation, ofrecen módulos pedagógicos para poner en marcha en las escuelas, incluso en etapas tan tempranas como preescolar. El uso de estas técnicas a una corta edad ayuda a una alfabetización precoz y también al desarrollo mayor de las habilidades numéricas.
Encontramos numerosos casos en España de aplicación del juego como recurso para el aprendizaje. Como por ejemplo, el centro Axular Lizeoa de San Sebastián, premiado por el Ministerio de Educación y Ciencia con una Mención Honorífica a la Calidad Educativa; o la Escuela O Pelouro de Caldelas de Tui (Pontevedra), reconocido por parte de la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia como ‘Centro Singular Experimental de Innovación Psicopedagógica e Integración’.
Más allá de las escuelas, tenemos casos como los cursos de verano Thinkids de la Institución Ferial de Madrid (Ifema). En estos campus de aprendizaje se busca crear y formar a los emprendedores del mañana, con “una nueva forma divertida de estimular el talento jugando y trabajando en equipo”.
Habilidades digitales, juego y aprendizaje
El aprendizaje mediante el juego tiene la capacidad de hacernos ir un paso más allá si también sirve para adquirir competencias tecnológicas. A día de hoy nos enfrentamos a una escasez de profesionales cualificados en habilidades digitales específicas, y el mercado laboral no es capaz de ofrecer el volumen de expertos que se demanda.
Por lo tanto, esta es una responsabilidad de las escuelas de negocio privadas especialmente, pero también puede ser un cometido de la formación de los alumnos desde que son muy jóvenes, en todos los niveles de enseñanza. Por ejemplo, la escritora y profesora finlandesa Linda Liukas lleva años abogando por que los niños aprendan programación desde que son pequeños a través de métodos que se ajusten a su edad y conocimientos. En una entrevista con Vodafone afirma que, en un futuro no tan lejano, estudiaremos lenguajes de programación como Javascript, igual que hoy lo hacemos con un segundo idioma en las aulas.
Además, un estudio de la Comisión Europea avisa de que el uso de las tecnologías digitales en la escuela mejora la percepción de los padres sobre estas herramientas, lo que a su vez ayuda al aprendizaje de los niños en este ámbito y apoya un uso más saludable de dispositivos como móviles y tabletas. En definitiva, hablamos de una estructura circular que se retroalimenta, en la que juegan un papel clave tanto los formadores como el entorno familiar. Cabe destacar que, en este análisis, la institución comunitaria concluye que es “urgente” fomentar la alfabetización digital de los niños en clase.
De este modo observamos que la actividad lúdica guarda paralelismos con el inevitable proceso de digitalización, pues este último es un fenómeno que puede resultar positivo, apasionante y divertido y que, como ante el juego, podemos (y debemos) afrontarlo con una actitud de curiosidad, disfrute y experimentación. Con esa filosofía como punto de partida, se debe formar a profesionales en disciplinas digitales que ya son presente y, sin duda, futuro de la realidad laboral.