Son días duros de confinamiento en los que, la mayoría del tiempo, sólo hablamos de nuestras penurias y males: no poder salir de casa, atender a los peques, el alto volumen de trabajo –de quien lo esté pudiendo mantener–, el estrés de la situación global, el cuidado y la preocupación por todos aquellos que, desgraciadamente, se han contagiado…
No nos engañemos, la situación es grave y no tiene solución inmediata. Por eso, y sin querer quitar importancia a lo que estamos viviendo, hoy os traemos un rayo de optimismo, una llamada de atención, para que veamos el lado menos malo y reflexionemos sobre las otras consecuencias de todo esto: los efectos secundarios positivos –o el efecto mariposa– de esta terrible crisis sanitaria.
Como consecuencia del frenazo en la actividad y gracias, principalmente, a la disminución de nuestros traslados, las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido un 64% de media en toda España, según un estudio de la Universitat Politècnica de València (UPV).
Gracias también a ese parón, las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2) han caído un 75% de media en Barcelona y casi un 60% en Madrid. Este gas es el principal agente contaminante en nuestro país y, por sus efectos nocivos sobre el sistema respiratorio, se tomaron las medidas de protección para la salud y restricción del tráfico que se impusieron en la Zona de Bajas Emisiones de Barcelona y en Madrid Central.
Unos datos esperanzadores que, en realidad, deberían hacernos reflexionar sobre las consecuencias de nuestro estilo de vida.
Y es que este impacto, al igual que el coronavirus, es global. Las caídas drásticas de contaminación en nuestro país, China, Corea del Sur e incluso en el norte de Italia, están dando un respiro al planeta, facilitando que el viento y la lluvia limpien nuestras calles y ciudades. Aunque nosotros hoy no podamos salir a disfrutarlo, otras muchas especies sí que pueden. Es nuestro momento para ser generosos y permitirles que recuperen el espacio perdido.
Nos vamos a recuperar pero es momento de que firmemos un nuevo contrato con el planeta
Aprovechemos el parón para volver a disfrutar de la belleza de nuestra casa y, redescubrir que, en realidad, el agua de Venecia es cristalina y de un precioso color turquesa cuando no está intoxicada por los cientos de traghettos y turistas que navegan por sus canales, que a ella han regresado los cisnes, los peces e incluso los delfines. Relajémonos con las imágenes de los ciervos paseando por las calles despejadas de Nara, en Japón, o de los pavos salvajes que en Oakland (San Francisco) han decidido ir al colegio. Y no miremos tan lejos, seguro que os han llegado los vídeos de los jabalíes que han estado explorando estas noches el centro de la Ciudad Condal. Es su espacio. Y, según los expertos, si les damos algo más de tiempo, podremos llegar a ver zorros y cientos de aves repoblando las calles de otras ciudades de nuestro país.
Pensémoslo bien. A lo mejor esta crisis no es más que un recordatorio de que formamos parte de un ecosistema mayor. De que no estamos solos en este planeta, que vive de un frágil equilibrio que los humanos estamos poniendo en peligro.
Vamos a salir de esta. Pero hagámoslo aprendiendo.
Aprovechemos este tiempo para darnos cuenta de que todas nuestras acciones tienen un impacto en las especies que nos rodean, del mismo modo que ellas lo tienen en nosotros. Aprendamos a teletrabajar, a movernos menos, a respetar este espacio que no nos pertenece.
Nos vamos a recuperar, pero es el momento de que hagamos cambios: firmemos un nuevo contrato con el planeta, tiremos de renovables, no repitamos los errores de crisis anteriores y obviemos los niveles de contaminación con tal de intentar recuperar la economía. Hay una manera diferente de hacer las cosas, la estamos descubriendo. Aprovechemos, al menos, la parte positiva.
Es tu casa y es la de todos. Es la hora del planeta.
Koro López de Uralde CastellanoGreenISDIgital Lead