Por M. Martínez Euklidiadas
“La única constante es el cambio” es una frase atribuida a Heráclito de Éfeso, que no es precisamente un influencer moderno, hace más de 2500 años. Acertó entonces, y acierta ahora, con un mercado laboral en perpetua renovación. Lo que no vio Heráclito eran robots recogiendo cosechas, drones repartiendo comida a domicilio o algoritmos sustituyendo a abogados: la automatización.
El terreno laboral nunca ha dejado de cambiar porque nunca han dejado de descubrirse habilidades nuevas, o crearse derechos complementarios derivados de la productividad. Esto nos ha permitido pasar de trabajar más de 60 horas semanales a hacerlo solo 30 horas en algunas regiones. Pero se acercan curvas. Las máquinas ya no solo sustituyen tareas mecánicas e industrializadas. ¿Estamos preparados para los cambios laborales?
Una versión aparentemente pesimista de la automatización
En nuestra cultura, el trabajo dignifica. En nuestra economía, es la fuente básica de sustento. Respecto a los más cercanos, tiene mucho que ver con el estatus social. Por unos u otros motivos, necesitamos trabajar para vivir con determinado nivel de calidad. Algo que las máquinas parecen empeñadas en boicotear, al menos de forma aparente:
● Año 2015. NuTonomy prueba sus coches autónomos en Singapur.● En 2016 CNH Industrial presenta el concept de tractor autónomo. En 2017 hacen un prototipo funcional.● También en 2017, el robot camarero Peanut sirve mesas para Haidilao International Holding. El primero llegó a España en 2019.● Es 2018: Waymo permitía a residentes de Phoenix pedir un coche autónomo vía app.● Ese mismo año LawGeek demostró que una IA abogado tardaba 26 segundos en repasar un contrato, frente a los 92 de un abogado humano. La IA logró, además, un nivel de precisión del 94% frente al 85% de los abogados. En esto nos han vencido por completo.● El estudio ‘Future of Jobs Report 2018’ del FEM informaba de que las máquinas ya realizaban el 29% de todas las tareas de abogacía.● Sin salir de 2018, se abre EKIM, la primera pizzería autoservicio sin cocineros ni camareros. Meses después, Creator, la primera hamburguesería autónoma con un principio parecido.● En Milton Keynes (Reino Unido) podemos ver cómo robots de Starship Technologies llevan pedidos a casa. Ya lo hacen en seis ciudades.
En 2015 la Boston Consulting Group presentaba ‘The shifting economics of global manufacturing’. Hacia 2023 el coste la hora de un robot en la industria del mueble será más accesible que tener un montador humano. ¿Es tan pesimista el escenario futuro? ¿Nos van a desbancar?
Un rayo de esperanza: siempre hemos encontrado algo que hacer
Datos similares, elegidos por su apariencia negativa, en realidad se han ido sucediendo desde la mecanización de la Primera Revolución Industrial (1760). Por aquel entonces prácticamente toda la estructura laboral descansaba sobre un único sector (el agrícola) que sigue automatizándose a día de hoy. Pero eso no ha hecho que todo el trabajo desaparezca. De hecho, el nivel de desempleo se ha mantenido curiosamente estable, crisis y guerras mediante.
Evolución del desempleo desde la Primera Revolución Industrial | Banco de Inglaterra
Es posible que el historiador Yuval Noah Harari, el empresario Andrew Yang o el doctor en ingeniería Javier Serrano tengan razón y que pasemos pronto del desempleo al inempleo. Sus respectivos libros ‘Homo deus’ (2015), ‘The war on normal people’ (2018) y ‘Un mundo robot’ (2018) se orientan a la pérdida de algunas profesiones para pronosticar un futuro algo pesimista.
Más o menos en esa línea, en 2013 los investigadores Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne se hicieron mundialmente famosos al anunciar que el 47% del trabajo estaba en riesgo de ser automatizado. Su trabajo fue muy criticado en parte porque no tenía en cuenta las habilidades que desempeñaba cada puesto. Quedémonos con esto: las habilidades aprendidas son clave.
Tres años después, en 2017, Frey y Osborne volvieron a repetir el experimento y fueron mucho más moderados. Algo más optimistas. Según su informe, mientras que un terapista recreacional tenía una probabilidad de ser automatizado del 0,28%, un vendedor telefónico la tenía del 99%. Apenas había pasado un año y Google I/O les dio la razón presentando un chatbot de audio que solicitaba reservas en un restaurante. Este es un ejemplo real que da algo de vértigo.
Habilidades laborales y sociales, esas grandes desconocidas
Lo que Frey y Osborne habían hecho en su segunda iteración era analizar las habilidades presentes en cada profesión. Si eres abogado, no solo analizas contratos (recordemos cómo la IA nos supera completamente en eso), sino que también asesoras, presencias juicios o ayudas a las partes a llegar a un acuerdo mediante sistemas de conciliación. A la misma conclusión llegaron desde el McKinsey Global Institute:
● Solo el 5% de los puestos de trabajo podían ser instantáneamente reemplazados por máquinas. Con inversiones notables, claro. Aquí no podríamos incluir a los riders por drones por que hace falta mucha infraestructura técnica y legal con la que las ciudades no cuentan.
● Pero más del 60% de las profesiones tienen al menos un 30% de tareas que sí son automatizables hoy día y a un coste no muy alto. Esto cambia bastante el panorama marcando el principio del fin de algunas profesiones.
Imaginemos una empresa con 100 trabajadores de un tipo determinado. Por ejemplo, el de cada uno de los lectores. Si el 30% de nuestras tareas es automatizable, una de dos:
- Tenemos 30 trabajadores ociosos o bien 3 de cada 10 horas todos están parados. Recordemos la reducción histórica de jornada laboral y aumento de salario.
- La empresa puede dar servicios nunca antes planteados, aumentando de forma notable su productividad al ganar unas 6 h/semana por trabajador.
Como las habilidades, la productividad también es clave. Según datos de la OCDE, la productividad laboral derivada de la automatización no ha hecho sino aumentar (mucho) nuestra calidad de vida. No solo ganamos más poder adquisitivo a la hora, sino que trabajamos menos horas que en el pasado. Pero todo este cambio constante tiene un truco: el reciclaje permanente.
Las habilidades necesarias para hacer frente a los cambios laborales
Hace cinco siglos, los cambios incrementales apenas se hacían notar, y era frecuente que uno tuviese el trabajo de sus bisabuelos. Hace dos siglos, con la llegada de la especialización, uno podía formarse en cierto empleo de forma rápida, y este permanecía casi inalterable durante una o dos generaciones. Pero la rapidez de formación y su ‘amortización’ han ido reduciéndose.
Llegamos al presente y vemos cómo las generación X e Y han sido las primeras en la historia que han necesitado formarse varias veces a lo largo de su vida laboral. Los conocimientos aprendidos en la ‘fase de formación’ se van quedando obsoletos, y toca ‘reciclarse’. El aprendizaje constante se convierte en la norma para seguir activos.
Dicho de otra forma: la velocidad a la que las máquinas, físicas y virtuales, van aprendiendo nuevas habilidades, nos van empujando hacia otras de más valor añadido, más productividad, mejor salario y condiciones de vida notablemente superiores (pensemos en la medicina o el acceso a la cultura actuales). La contraprestación es que hay que seguir formándose. Pero, ¿en qué?
Como analizaban desde COTEC en #MiEmpleoMiFuturo, o desde el Foro Económico Mundial, en habilidades blandas no automatizables: creación de nuevas ideas, persuasión, colaboración, adaptabilidad, gestión, etc, todo aquello que tenga que ver con varias áreas de conocimiento combinadas, trabajo con personas, sistemas impredecibles o el pensamiento crítico, entre otras equivalentes.
Llevar equipos de trabajo, saber resolver conflictos, adelantarse al futuro inmediato, aprender cuándo innovar, saber trabajar con la competencia o entender cómo se transforma culturalmente una empresa de cara a su digitalización son algunos de las habilidades que veremos con frecuencia en el futuro.
¿Cómo puedo evaluar qué habilidades serán automatizadas?
Ya sabemos que la automatización es imparable, que trae prosperidad a largo plazo y que apunta a que nos formemos en habilidades nuevas. La pregunta que se hará el lector es: ¿cuáles de mis habilidades actuales van a ser prescindibles en breve? En general: sobreespecialización, ejercicios repetitivos, memorización de datos, ejecución. Todo eso es para las máquinas.
Existe un test interesante y bastante rápido que podemos realizar en cuestión de minutos. Basta con escribir todas las tareas que realizamos en el día y, junto a ellas, los minutos que le dedicamos aproximadamente, cómo de rutinarias son (del 1 al 10) y cómo de manuales son (del 1 al 10, exceptuando prensilidad sensible como dentistas o cirujanos). Luego multiplicamos las filas. Veamos tres ejemplos para un camarero:
Tomar la comanda: 60 minutos x 10 x 10 = 6000 > Muy automatizable
Cobrar la cuenta: 25 minutos x 10 x 10 = 2500 > Automatización media
Responder preguntas de la carta: 50 x 2 x 2 = 200 > Poco automatizable
Lo ideal es sumar todos los puntos finales y comparar cada habilidad con el total. Así podemos ver qué habilidades de las menos automatizables podemos potenciar, suponiendo que queramos mantener la profesión. Y, si tenemos poco tiempo, la herramienta Will Robots Take My Job nos dará un grado aproximado de probabilidad de automatización a dos décadas vista:
Quizá veas desaparecer tu profesión. Es una posibilidad. Es más, es una probabilidad creciente. De hecho, hemos perdido multitud de empleos en el pasado pero, ¿se acuerda alguien de los catadores reales, los deshollinadores, los ascensoristas, los neveros, los telefonistas, los cocheros? ¿Alguien querría realizar hoy esos trabajos?
Todo indica que en esa lista incluiremos pronto a los agricultores, ya que ya hay robots que recolectan mucho mejor que nosotros, sin romperse la espalda y en instalaciones completamente automatizadas; o los ganaderos, sector que Boston Dynamics pretende revolucionar con su ‘perro pastor’ Spot. De momento la tendencia se mantiene: seguiremos trabajando.
Imágenes | Lenin Estrada