En los últimos años, la Inteligencia Artificial (IA) ha dado pasos de gigante en la imitación del comportamiento humano; tanto es así, que asusta e intimida. Los chatbots y los asistentes virtuales como Siri o Alexa, han pasado de ser novedades de alta tecnología a formar parte de la vida diaria de millones de personas a lo largo de la última década.
Pero los tentáculos de IA no solo convergen aplicaciones en términos de seguridad, análisis de datos, servicios o creación de contenido de todo tipo, también hay algunas que implican complejos debates éticos.
Dentro del último punto se encuentran plataformas como HereAfter que trabajan para, nada menos, que generar versiones artificiales de seres queridos fallecidos a demanda.
Esta empresa utiliza, según sus propias palabras, “sofisticados algoritmos y procesamiento de lenguaje natural para poder replicar (hasta cierto punto la voz) y la forma de expresión de las personas fallecidas”.
De la IA al más allá
James Vlahos es el creador de HearAfter, concepto en el que comenzó a trabajar después de que perdiera a su padre a causa de cáncer en 2017. Vlahos creó un chatbot basado en su progenitor justo cuando le diagnosticaron cáncer de pulmón en estadio 4.
Durante meses, Vlahos grabó a su padre contando historias de su vida, lo que le permitió alimentar a la IA que ahora habla con una voz parecida y sabe por qué tiene una cicatriz en la rodilla o cómo se llamaba su primera mascota.
Desde sus comienzos en 2017, HereAfter ha pasado por varias iteraciones y mejoras. El equipo ha añadido funciones como la respuesta a las emociones o el reconocimiento de voz. La plataforma pretende (no tenemos claro si lo logra) reproducir con precisión el comportamiento y las emociones de la persona a la que representa.
La periodista Charlotte Jee, de MIT Technology Review, ha probado de primera mano esta herramienta. Según explica en su crónica, tuvo que entrenar a dos chatbots con voces y recuerdos de sus padres —aún vivos. Para sorpresa de la propia Jee, la experiencia fue bastante realista. Incluso la gente alrededor podía creer que estaba teniendo una charla telefónica normal con sus padres.
Pero aunque ha logrado avances significativos en la recreación del comportamiento y las emociones, la plataforma aún está en proceso de perfeccionamiento. Eso sí, aunque aún queda mucho trabajo por hacer antes de que sea plenamente funcional, el debate ya está servido.
Implicaciones éticas, la mayor piedra en el camino de HereAfter
Las implicaciones éticas de esta empresa y de todas aquellas que sigan una línea similar son, al menos a día de hoy, vastas y de gran alcance. Aunque la tecnología puede ser capaz de recrear con precisión el comportamiento y las emociones de un ser humano fallecido, no está claro si podría replicar realmente la personalidad y la esencia de la persona.
Tampoco podemos pasar por alto el posible mal uso de este tipo de tecnologías. Y es que, si bien algunas personas pueden ver esa versión generada por la IA como una forma de hacer frente a la muerte de un ser querido, otras pueden ver en ello una vía de manipulación, extorsión o control.
Pensar esto no es un tema baladí, ya que solo con tecnología de clonación de voz se han llevado a cabo fraudes millonarios. Es el caso de un banco en Emiratos Árabes Unidos, donde con solo clonar la voz del director de una empresa convencieron al gerente de realizar la transacción por valor de 35 millones de dólares.
Además, existen lagunas alrededor de la aplicación de las leyes de protección de datos. La empresa almacena las grabaciones y los datos aportados, pero asegura que no los distribuye ni monetiza extrayendo datos para publicidad.
La duda es, ¿realmente se puede confiar en que no se usen con fines lucrativos los datos de alguien que no solo no los ha dado, sino que no está vivo?
Además, las implicaciones éticas de HereAfter plantean cuestiones sobre el derecho a la intimidad de los fallecidos. Por ejemplo, ¿quién debería tener acceso a la versión generada por la IA? ¿Debería limitarse a familiares y amigos, o debería estar abierta al público? ¿Los propios desarrolladores tienen derecho a conocer los detalles de la vida privada de una persona aunque esta ya no esté viva?