Cada una de nuestras acciones comunican algún tipo de mensaje que puede ser interpretado por una tercera persona. Aquí entra en juego el lenguaje no verbal, ya que puede influir positiva o negativamente a la hora de transmitir confianza, empatía o motivación. Miradas y gestos deben ir en concordancia con las palabras, ya que bien empleadas pueden reforzar un discurso. En cambio, una mala gestión puede contradecir cualquier argumento.
El líder, entendido como la persona encargada de dirigir a un equipo humano hacia una meta concreta, ,que debe incorpore una serie de gestos y expresiones que refuercen el mensaje que quiere comunicar. Este lenguaje puede y debe entrenarse para incorporarlo en nuestra palestra comunicativa de la forma más natural posible.
Veamos cómo el liderazgo puede reforzarse gracias a la comunicación no verbal.
La cara, el espejo del alma
Los ojos, el arqueo de las cejas y de la boca representan una fuente de información muy poderosa y son capaces de delatar a un experto en la mentira. Si los gestos faciales no acompañan a las palabras se generará desconfianza en el interlocutor. En cambio, bien empleados, reforzarán emocionalmente el mensaje que queremos transmitir a un equipo.
La expresión facial también nos delata. Un rictus severo anticipa las malas noticias, mientras que una sonrisa sincera contribuirá a relajar el ambiente y crear un clima de confianza. Aunque a veces muchos de estos impulsos aparecen de forma subconsciente, el líder debe ser capaz de dominarlos a base de aprendizaje y práctica.
La mirada es un elemento poderosísimo, de ahí radica la importancia de mantener un buen contacto visual cuando mantenemos una conversación con una o varias personas. Los ojos expresan nuestro interés hacia lo que el otro nos está comunicando y viceversa, la mirada puede actuar con un imán que despierte nuestro interés ante las palabras de un líder.
Gestos que refuerzan un discurso
Una postura erguida, recta, con los pies bien clavados en el suelo y las manos firmemente colocadas transmiten sensación de seguridad, pero no hay que caer en la rigidez. Aún siendo conscientes de cómo colocamos nuestro cuerpo, la naturalidad debe primar para generar confianza y autenticidad y no debe ser un elemento que desvíe la atención o contradiga las palabras que salen de nuestra boca.
Aquí las manos adquieren gran importancia pero no debemos sobre gesticular o actuar con brusquedad porque provocaremos distracción o miedo. Mejor aplicar movimientos sutiles pero certeros, que acompañen a las palabras, transmitan seguridad o empatía.
Por último, no hay que olvidar el tono de nuestras palabras, ya que es un instrumento que puede persuadir, animar o todo lo contrario, generar incertidumbre, según si empleamos una tonalidad alta, media o baja. La musicalidad también influye. Demasiado marcada y parecerá una canción, insuficiente y generará monotonía y desinterés en el oyente.
John F. Kennedy vs Richard Nixon: el triunfo del lenguaje no verbal
En 1960 se celebraron unas elecciones a la presidencia de Estados Unidos que marcaron un hito televisivo, ya que fue la primera vez que se retransmitió el debate electoral entre dos candidatos, el demócrata Kennedy (JFK) y el republicano Nixon. Suele citarse como un paradigma del triunfo del lenguaje no verbal ya que JFK aprovechó el medio televisivo para darle la vuelta a unas encuestas que lo daban como perdedor.
Todo comenzó en los preparativos. Nixon rechazó el maquillaje y escogió un traje gris del mismo tono que el estudio de grabación, camuflándose con el fondo. JFK, por lo contrario, apareció moreno, se maquilló y su traje oscuro destacó más en pantalla que el de su oponente.
En lo que se refiere al lenguaje no verbal, el primer plano general nos muestra a un Nixon moviendo las manos nerviosamente y con las piernas descolocadas, mientras que JFK aparece recto y con las manos sobre su regazo, transmitiendo seguridad. En la presentación de los candidatos por parte del moderador, el demócrata mira a la cámara, o sea a la audiencia a la que va a dirigirse, mientras que el republicano desvía sus ojos al presentador.
Durante sus respectivos discursos, se aprecia sudor en la frente de Nixon y un lenguaje corporal rígido, agarrado al atril con ambas manos, mientras que su oponente gesticula con la mano derecha, acompañando a sus palabras. El tono de voz también distinguió a los candidatos; el de JFK transmitía fuerza y seguridad, y aunque el de Nixon también se distinguió por su fortaleza, su monotonía restó interés en el contenido de su mensaje.
El propio Nixon, tras ser consciente de haber subestimado el medio televisivo y el poder del lenguaje no verbal de su adversario declaró: “Confiad plenamente en vuestro productor de televisión, dejadle que os ponga maquillaje incluso si lo odiáis, que os diga como sentaros, cuales son vuestros mejores ángulos o qué hacer con vuestro cabello. A mí me desanima, detesto hacerlo, pero habiendo sido derrotado una vez por no hacerlo, nunca volví a cometer el mismo error”.
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