Mario fue la persona que cambió los moldes del periodismo en España, haciéndolo pasar del artículo escrito en máquina de escribir e impreso en rotativa, al post de la web que se transmite por redes sociales.
Recuerdo perfectamente cuando conocí a Mario de la mano de una de las fundadoras de ISDI, Noelia Fernández, en la primera década de los años 2000. Ya entonces era una leyenda: Mario había liderado la creación de la web de El Mundo y posteriormente lanzó El País digital.
El nuevo mundo de Internet que él estaba ayudando a crear le atrapó para siempre y le empujó a abandonar los medios tradicionales para fundar uno de los proyectos más interesantes en el mundo de los contenidos de la era digital: Poderoso Volcán.
Enamorado de la palabra, de su fondo y su forma, atrapó en lienzos audiovisuales ideas y conceptos como nadie lo había hecho. Mario hacía crujir las letras y las convertía en masticables. Me divirtió mucho el libro que escribió con su hermano, La Biblia Bastarda, un thriller policiaco en el Madrid inmediatamente anterior a la Guerra Civil, en el que (no podía ser de otra manera), el protagonista era un periodista.
Esclavo de la ética y la estética, tengo una vívida imagen de una tarde que salía de dar su clase en ISDI, y se encaminaba a la Puerta de Sol a dar su apoyo a los acampados del 15-M… Fue un hombre que vivió entre dos mundos: el del periodismo de los medios tradicionales y el de internet, y que intentó unirlos para ayudarnos en esa difícil transición.
Todos los días, antes de ni siquiera mirar su móvil o abrir su PC, Mario empezaba el día con su boli y su cuaderno (su bullet journal), tomándose el tiempo para escribir con esmero la fecha en lo más alto de la cuartilla (esto le servía como ejercicio de meditación) antes de reflexionar qué le iba a deparar cada nuevo día.
Me quedo con esta imagen suya, disfrutando del roce de la tinta en el papel…