El confinamiento ha cambiado, entre otros aspectos de nuestras vidas, nuestros hábitos y espacios. A la lógica virtualización de la actividad laboral y personal, se le ha sumado otra derivada predecible: un cambio en el modo que concebimos los lugares en los que pasamos más tiempo. Transporte público, restaurantes, parques y jardines, oficinas y sí, por supuesto, nuestras casas. Hogares que no estaban preparados para convertirse en oficinas mientras seguían siendo el refugio familiar. En ocasiones, funcionaron también como jardines de infancia o gimnasios. Y así, mientras todo ocurría en casa, poco o nada sucedía en las oficinas. Con la vuelta a cierta normalidad, es el momento de analizar qué hábitos han cambiado debido al teletrabajo y a la digitalización de nuestra sociedad y cómo han de ser los espacios para dar respuesta a la nueva economía que está emergiendo.
¿Han cambiado nuestros hábitos tras la irrupción del Coronavirus?
En mayo de este año, el 94% de los trabajadores llevaba a cabo su ocupación en un país con algún tipo de restricción de acceso a su lugar de trabajo. Nos hemos comunicado y trabajado constantemente con profesionales que, como nosotros, han tenido que reconfigurar su espacio de trabajo. Una realidad compartida que, sin duda, ha reconfigurado también nuestros hábitos y comportamientos, tanto colectiva como individualmente. Repasamos cuáles.La jornada laboral. Durante los últimos años, las sociedades modernas han ido viendo paulatinamente una reducción en su duración y una mayor flexibilidad. Si en la UE-28 se trababaja 38,6 horas a la semana de media en 2005, ahora estamos en un promedio sensiblemente inferior, 36,6 horas semanales según el dato de 2015. La flexibilidad, sin embargo, ha expandido el ancho de banda en el que realizamos nuestras tareas, un nuevo contexto laboral que amenaza a aquellos perfiles menos digitalizados y menos abiertos a una nueva situación laboral y que potencia la empleabilidad de aquellos profesionales ‘todoterreno’.
Las herramientas. Quien más quien menos, se ha convertido en un experto en Zoom o Teams, ha perfeccionado su propio ecosistema digital conectando diferentes dispositivos o ha conseguido conectarse a la red en zonas donde antes apenas era capaz de mandar un par de mensajes, potenciando tremendamente su flexibilidad horaria y física. Por no hablar de la enorme lista de aplicaciones, plataformas y webs nuevas que hoy manejamos con tremenda soltura. Lo cual pone de manifiesto que la capacidad de aprender va a ser un eje clave para nuestra empleabilidad y desarrollo personal.
Según datos de Qustodio, durante la primera semana del estado de alarma, el tráfico de Internet creció un 80 por ciento en territorio español, mientras que el uso de herramientas digitales de comunicación como «Zoom» o «Hangouts» aumentó en un 4.000 y en un 2.500 por ciento durante el primer mes. Tanto fue así que comenzó a hablarse de “Zoom Fatigue” para referirse al fenómeno provocado por vivir en este entorno virtual a todas horas.
Individualismo laboral. El confinamiento también trajo aislamiento, una soledad no deseada que no se limitaba a colectivos como el de los mayores de edad. Para detener la epidemia, millones de compañeros en todo el mundo han estado meses sin verse, provocando una virtualización de las relaciones que nadie había previsto, teniendo incluso que reinventar ciertos códigos de netiqueta. La virtualización llegó también al modo de trabajo, invitando a los diferentes equipos a reducir el tiempo de sus reuniones y a realizar el trabajo de manera online, colaborativamente pero en muchas ocasiones asíncronamente.
El liderazgo. Si la proximidad reforzaba la autoridad del líder, el teletrabajo ha provocado una nueva mirada a las relaciones entre los trabajadores y la forma de trabajar, ahora mucho más enfocada a objetivos, tendencia que venía aumentando y que ha ganado tracción durante la pandemia. Hoy una relación saludable con distancia de por medio ha de estar basada en la flexibilidad, la confianza, los protocolos de comunicación, los procesos internos y, por supuesto, ha de sustentarse a la cultura de la empresa, principalmente si ésta fomenta el autodesarrollo de los trabajadores.
¿Cómo deben ser las oficinas post-Covid?
Demostrado como está que hemos cambiado nuestras actitudes y hábitos, será clave comprender cómo ha de ser nuestro espacio de trabajo, tanto el off como el on, para mayor felicidad de los empleados y colaboradores.
Repensar el workflow. ¿Era necesaria la presencialidad de la era pre-Covid? ¿Debemos lanzarnos al trabajo en remoto al 100%? Cada empresa y organización ha de llegar a sus propias conclusiones. Y para ello no hay mejor herramienta que trazar o dibujar un journey del trabajador, de sus procesos y de sus relaciones con otros empleados, teniendo en cuenta su vida personal, para comprender hasta dónde debe llegar la virtualización de sus tareas. Y, por supuesto, evitar esa tendencia tan generalizada y negativa que trata de replicar los procesos anteriores tamizados por la licuadora de la conexión a Internet: no funciona.
Espacios seguros y productivos. Aunque las oficinas han cambiado y evolucionado en la última década, va a ser necesario transformarlas para la sociedad que está emergiendo, una nueva economía con una fisonomía completamente diferente debido a la epidemia y la aceleración del entorno digital. Y ahí serán claves aspectos como las pantallas separadoras, el control de temperaturas, el rediseño de espacios y la automatización de tareas. Todo para mejorar nuestra productividad mientras evitamos contagios, lo cual redundará en una mejor conciliación entre el trabajo y la vida privada.
La tecnología como aliado. Veremos reuniones de trabajadores en salas de conferencia virtuales incluso estando a metros de distancia dentro de la propia oficina, pensando siempre en evitar contagios. Por suerte, la tecnología no viene simplemente a mitigar un problema de salud, sino que se asentará como aliado principal de cara a automatizar nuestros procesos, volverlos más ágiles y evitar tareas que no aporten valor a la compañía.
La colaboración digital en el trabajo creció un 142% durante la pandemia, un aumento provocado por la adopción progresiva de plataformas de videoconferencia, chats o mensajería, almacenamiento en la nube y tecnología para trabajar colaborativamente. Herramientas que han visto una penetración lógica en usuarios más tecnológicos pero que a su vez han conquistado departamentos tradicionalmente más analógicos como administración o contabilidad.
Fotografía por Carl Heyerdahl (Unsplash)